En noviembre de 1997 fui a cubrir una de las Cumbres de la UE en Luxemburgo. Era un Consejo Extraordinario y el tema elegido era el empleo. Todos los países tenían que presentar su plan de acción para el futuro, y las cosas en general pintaban tan bien, que se realizó una de las declaraciones más optimistas de la historia de la UE: disminuir el empleo hasta casi el cero absoluto.
Aunque ningún documento oficial se arriesgó a plasmar esa promesa, los líderes políticos y sindicales que asistieron a la Cumbre estaban tan exultantes, que más de uno dijo a la salida a los periodistas que en el año 2010 habría pleno empleo en la UE.
La cuestión es que ese año se habían creado 800.000 puestos de trabajo en la UE y, según el informe, se esperaba crear una cifra mayor, a pesar de que había algunos signos preocupantes. O sea, que la máquina marachaba viento en popa y el desempleo sería algo del pasado, un mal recuerdo.
Regresé a casa, miré a mis hijos de once y diez años y les dije: “Vaya suerte que vais a tener: no vais a conocer el parto cuando tengáis la edad de trabajar”.
Así pensé durante mucho tiempo. Hoy mis hijos, como miles de universitarios, graduados, o chicos con FP, ya saben lo que es el paro. No he querido recordarles la Cumbre de Luxemburgo, porque hasta yo casi la había olvidado.
Pero entré en Google para verificar si aquello fue un sueño mío, una figuración, y me di cuenta de que sí había tenido lugar. Recuerdo incluso la cara de alegría de muchos sindicalistas, la satisfacción de los políticos, las rimbombantes escenas, las declaraciones… Se llamó EEE, Estrategia Europea del Empleo.
Un sueño, sin duda.
Aunque ningún documento oficial se arriesgó a plasmar esa promesa, los líderes políticos y sindicales que asistieron a la Cumbre estaban tan exultantes, que más de uno dijo a la salida a los periodistas que en el año 2010 habría pleno empleo en la UE.
La cuestión es que ese año se habían creado 800.000 puestos de trabajo en la UE y, según el informe, se esperaba crear una cifra mayor, a pesar de que había algunos signos preocupantes. O sea, que la máquina marachaba viento en popa y el desempleo sería algo del pasado, un mal recuerdo.
Regresé a casa, miré a mis hijos de once y diez años y les dije: “Vaya suerte que vais a tener: no vais a conocer el parto cuando tengáis la edad de trabajar”.
Así pensé durante mucho tiempo. Hoy mis hijos, como miles de universitarios, graduados, o chicos con FP, ya saben lo que es el paro. No he querido recordarles la Cumbre de Luxemburgo, porque hasta yo casi la había olvidado.
Pero entré en Google para verificar si aquello fue un sueño mío, una figuración, y me di cuenta de que sí había tenido lugar. Recuerdo incluso la cara de alegría de muchos sindicalistas, la satisfacción de los políticos, las rimbombantes escenas, las declaraciones… Se llamó EEE, Estrategia Europea del Empleo.
Un sueño, sin duda.